Cuenta la historia que unos labios rozando una frente son el comienzo del despertar de los sentidos.
Y que a partir de ese momento el viaje comenzó…
Nadie sabe qué elixir había en ellos, que ya no pudo dejar de sentir: El aroma que al estar uno al lado del otro incitaba a acercarse más.
El sonido de su corazón latían como había olvidado podía sentir; los ojos recorrían lentamente cada poro de su piel, las manos que unidas moldeaban nuevos caminos nunca antes descubiertos. El dulce sabor de una batalla sin tregua…
A partir de ese día, los sentidos se rebelaron e inventaron en cada luz, cada sonido, sabor y olor, en cada roce una excusa para recrearse.
Desde entonces, descarados y sin miedo tratan de replicar la intensidad de ese momento.
Sin poder detenerlo, sin querer evitarlo, desde entonces, los sentidos gobiernan su vida convirtiéndola a cada minuto en un sensorama.